Hallar el ritmo

Existen muchas cosas del ajedrez que son más fáciles decir que hacer.

En este sentido, podría decirse que realmente no es difícil jugar ajedrez. Pero entrenarlo… aquello sí que lo es, y cultivar un enfoque práctico en ello, ni hablar.

Indudablemente se requiere trabajar con pragmatismo y sentido común, dejando a un lado los idealismos quiméricos y las sugestiones de la pseudo-cultura del facilismo indulgente.

Si algo podría considerarse lo más difícil del ajedrez, en cualquier caso, es aprender a separar del criterio individual aquellas ideas de lo que a uno le gustaría hacer, de lo que verdaderamente se necesita hacer, en correspondencia con las situaciones que surgen de manera espontánea al jugarlo.

Cosa que va más allá de las preferencias estilísticas o el conocimiento acumulado sobre algún esquema posicional o patrón combinatorio. Siendo el principio de la claridad de pensamiento que trasciende los paradigmas de lo superficial y confiere al ajedrez elementos de arte, deporte y ciencia.

Priorizar lo esencial ante lo no esencial yace en el dominio de los hábitos que nutren cada uno de nuestros pensamientos y emociones… En ajedrez, se lo puede formular como: hallar el ritmo.

¿Qué se puede hacer para encontrar el ritmo individual?

Es lógico decir que jugar mucho, estudiar mucho y mantener una consistencia en el aprendizaje didáctico. Pero tal generalización es demasiado amplia como para ser conceptualmente instructiva en la disciplina específica de entrenamiento que uno quisiera desarrollar.

Tras ponderar algún tiempo, se puede llegar a la conclusión de que, el ritmo del ajedrecista es un estado de flujo contemplativo forjado por la percepción estratégica (formular planes en posiciones técnicas, evitar las imprecisiones y trabajar por una ventaja posicional) y el instinto táctico (reconocer posiciones críticas, refutar las imprecisiones del oponente y definir una cierta ventaja posicional), que funcionando sinérgicamente como uno, resultan en el enfoque natural de juego. Por lo que, cualesquiera que sean las técnicas y los recursos aplicados en ejercitar dicho enfoque, tales matices deberían integrarse trabajando la precisión de análisis, valoración y cálculo en nuestros planteamientos de aprendizaje sistemático.

La finalidad, por supuesto, sería el logro de la objetividad de criterio. Propósito que no es ajeno al juego, sino complementario a cualquier esfuerzo que se haga por mejorar en él. Y en ello consiste la búsqueda del ritmo independiente. 

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