Psicología cognitiva, su rol en el aprendizaje y la práctica del 'juego-ciencia'
La psicología cognitiva estudia los procesos mentales que subyacen a la percepción, la memoria, el lenguaje, el razonamiento y la toma de decisiones.
Aplicada al ajedrez, permite comprender cómo los jugadores piensan, aprenden y resuelven problemas sobre el tablero. En este contexto, el ajedrez se convierte en un laboratorio ideal para observar dos tipos fundamentales de pensamiento:
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El pensamiento convergente, que busca una solución precisa, lógica y determinada —como encontrar la mejor jugada en una posición táctica.
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El pensamiento divergente, que explora múltiples posibilidades, ideas o planes —como al evaluar estructuras o imaginar planes estratégicos a largo plazo.
Ambos tipos de pensamiento coexisten y se alternan constantemente durante una partida.
Los jugadores expertos no calculan jugada por jugada desde cero; en su lugar, reconocen configuraciones familiares, como redes de mate, esquemas defensivos o estructuras de peones. Este reconocimiento rápido activa el pensamiento convergente, que permite hallar jugadas eficaces con poco esfuerzo consciente. Sin embargo, cuando el patrón no es evidente, se activa el pensamiento divergente para explorar opciones menos convencionales.
Los expertos no memorizan miles de posiciones de forma literal, sino que organizan la información en "bloques" o unidades significativas que agrupan elementos estratégicos y tácticos. Esta organización mental permite un acceso rápido y selectivo a la memoria de largo plazo, y es fundamental tanto para la creatividad (divergente) como para la precisión (convergente) en el juego.
El ajedrez enseña a concentrarse en lo esencial y filtrar lo irrelevante. Esta atención dirigida es un mecanismo clave del pensamiento convergente, ya que ayuda a centrar los recursos mentales en resolver el problema más urgente. A su vez, la atención flexible —cambiar el foco cuando es necesario— es una forma de activar el pensamiento divergente en busca de nuevas ideas.
Los jugadores desarrollan la habilidad de imaginar mentalmente futuras posiciones y secuencias de jugadas, lo que exige una combinación de ambos tipos de pensamiento: el divergente para imaginar varias posibilidades, y el convergente para seleccionar la más adecuada. Esta capacidad se entrena con ejercicios de táctica, análisis profundo y práctica deliberada.
El ajedrez obliga a decidir con tiempo limitado, bajo estrés y en condiciones de ambigüedad. Aquí, la psicología cognitiva explora cómo los jugadores alternan entre procesos intuitivos (rápidos, divergentes) y procesos analíticos (lentos, convergentes). Los grandes maestros suelen confiar en su intuición para descartar muchas jugadas y luego verificar racionalmente las más prometedoras.
6. Desarrollo de la experticia
La experticia no se basa solo en el talento, sino en miles de horas de práctica deliberada, en las que el jugador analiza partidas, resuelve problemas, reflexiona sobre errores y mejora su comprensión. Este desarrollo implica tanto la ampliación del pensamiento divergente (más ideas, más planes, más creatividad) como el afilamiento del pensamiento convergente (mayor precisión, más eficiencia mental).
7. Metacognición y control del pensamiento
Los jugadores expertos aprenden a observar y regular su propio pensamiento: cuándo calcular y cuándo no, cuándo dudar de una jugada, cuándo volver atrás o cambiar de plan. Esta conciencia metacognitiva es la que permite modular el uso del pensamiento divergente y convergente según el momento de la partida. No solo piensan bien: piensan sobre cómo están pensando.
En resumen, la psicología cognitiva enseña que el ajedrez es una danza constante entre la exploración libre (divergente) y la precisión decisiva (convergente). El jugador se convierte en un equilibrista mental, capaz de generar ideas y luego evaluarlas con rigor, de imaginar caminos posibles y luego recorrer el mejor con firmeza. En esta oscilación, el ajedrez revela no solo cómo pensamos... sino cómo podríamos pensar mejor.
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